ECONOMIA

50 años de «El Proceso Económico del Uruguay»

El pasado martes 24 de setiembre, en el marco de las Jornadas Académicas de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración, se realizó una mesa en homenaje a los 50 años de la primera edición del libro «El Proceso Económico del Uruguay».

October 1, 2019
COMUNA

La mesa contó con la presencia de Daniel Olesker, Gerónimo De Sierra y Alberto Couriel. A continuación, presentamos la ponencia de Pablo Messina, quien también participó de la actividad:

«Son muchas las razones que podría invocar sobre por qué investigo al libro y a su generación de autores. Realmente muchas. Pero dado que estamos en un homenaje por los cincuenta años de su primera edición, me voy a permitir afirmar que, una de dichas razones es que estamos, con seguridad, ante el libro producido por la academia uruguaya de Economía con mayor resonancia.

Y valga aquí una advertencia metodológica. Un libro, nunca se vuelve “importante” solamente por lo que dice. Su contenido será una condición necesaria pero nunca suficiente. El contexto y lo que el libro representa o sintetiza en dicho contexto, es fundamental para que logre convertirse en una referencia ineludible. Por tanto, en este pequeño homenaje pretendo esbozar algunas hipótesis sobre el contexto y otras sobre el contenido que ayuden a explicar la resonancia que tuvo El Proceso Económico del Uruguay (PEU).

En primer lugar, se trata de un libro publicado en 1969, en un período en el que Uruguay -así como muchos países de América Latina- atravesó un “boom editorial”. Carlos Maggi, en un ensayo publicado en la revista Capítulo Oriental1 en el año 1968, muestra que a partir de los sesenta hay un salto cuantitativo exponencial en la edición y consumo de libros en nuestro país. Construye un indicador que entiendo tiene una significación simbólica fuerte para nosotros: muestra que en 1967, en Uruguay se vendieron más libros que entradas a los partidos de fútbol. Por tanto, una primer clave del “éxito” del texto es que está publicada en formato libro, el formato de “moda” de aquel entonces.

En segundo lugar, el mismo ensayo de Carlos Maggi muestra que no solo hay un cambio cuantitativo sino también cualitativo en el boom editorial. Los textos más leídos no son ya novelas ni clásicos sino los ensayos críticos sobre el Uruguay. Y claro, nuestro país transitó en aquel entonces por varios años de estancamiento económico, una inflación altísima, una gran polarización social, etc. Y vale pensar en “El País de la Cola de Paja” de Benedetti, en las editoriales de Marcha de Carlos Quijano, la FEUU convocando a un concurso de ensayos sobre la crisis en 1957, los textos de Methol Ferré, etc. Y el libro, el Proceso, va a aportar una nueva mirada a eso que ya estaba dicho y sobre dicho, que es que el Uruguay tiene problemas hondos, de difícil resolución y que ameritan reinterpretar al país de forma profunda. Por lo tanto, una segunda clave del “éxito” es que el libro no solo acierta en el formato sino que además, habla del tema que está “de moda”: la crisis estructural en Uruguay.

Este doble acierto del PEU, tanto en el formato (libro) como en el contenido (crisis estructural) no pretende de ninguna forma quitarle mérito al enorme impacto del libro. El propio ensayo de Maggi muestra que en promedio, los ensayos críticos sobre el Uruguay tenían un volumen de ventas de 2500 copias. El PEU, en sus dos primeras ediciones, agotó 6500 copias. A la vez que estaba prevista una tercera edición en 1973 que, con el advenimiento del golpe de Estado, no pudo ser. Si a esto sumamos un tiraje de 2000 copias del anexo estadístico del libro, “Uruguay: Estadísticas Básicas” y la versión de divulgación que escribiera Eduardo Galeano para la revista “Nuestra Tierra”, el impacto es aún bastante mayor.

Y aquí, entiendo que es preciso colocar una tercera hipótesis para explicar la amplia resonancia del libro. Y es que si bien escribe en el formato de moda y sobre el tema de moda, lo hace desde otro lugar. El libro está firmado por el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas. Por tanto, habla desde la “academia”. Y, en ese sentido, vale decir que el PEU es algo así como el “hito fundante” de una nueva generación de economistas. De hecho, Angel Rama en su ensayo sobre la “generación crítica” (1971) menciona a cuatro economistas: Raúl Vigorito, Raúl Trajtenberg, Samuel Lichtensztejn y Alberto Couriel. Nada casual: son los cuatro redactores principales del PEU. O sea, son vistos, en tanto autores del PEU como representantes de la generación de intelectuales críticos.

En tanto “hito fundante”, el PEU es el testigo principal de un doble proceso de radicalización política y de profesionalización académica que tuvieron los cientistas sociales en el Conosur. Si se compara con la generación anterior, donde destacan economistas como Faroppa y Wonsewer, los economistas autores del PEU claramente tuvieron un viraje hacia la izquierda, al influjo del impacto que generó la Revolución Cubana. Entre ellos, hay asesores de la CNT, de Líber Seregni una vez fundado el Frente Amplio, militantes de la FAU-ROE, del MLN-T, del Partido Socialista y, buena parte de ellos, pertenecieron después al Movimiento de Independientes 26 de Marzo dentro del FA.

Pero dado que estamos en el marco de las Jornadas Académicas de la facultad, vale destacar principalmente el proceso de profesionalización académica. De los veinte autores firmantes del libro, encontramos las primeras cuatro dedicaciones totales de la facultad a partir del año 1967: Raúl Vigorito, Luis Macadar, Nicolás Reig y Raúl Trajtenberg. No solo ellos, pero sin duda con ellos como motor, van a generar rápidamente un cambio sustantivo en cómo se hacía “ciencia” en el Instituto de Economía.

La historia es más o menos así. Ingresan como DT en el año 1967. En Enero de 1968, hay un Plenario interno en el Instituto, donde se discuten los grandes lineamientos, aunque no tenemos documentos que nos den cuenta de mucho más que eso. Pero en Mayo del 68, se realiza un Seminario interno que dura un par de días y que será clave. Para dicho Seminario, 18 de los 20 autores firmantes del libro, más otros dos investigadores que no participaron en el PEU, presentan un documento en el que analizan críticamente la forma de hacer ciencia en el Instituto y proponen alternativas. Su crítica central, muy similar a la crítica que hacían a la CIDE, es que existían diversos ejes temáticos de investigación, en sí todos interesantes, pero desperdigados, sin nada que los unifique. En ese marco, inspirados fuertemente en el estructuralismo francés de Levi Strauss y Maurice Godelier, entienden que es necesario contar con un conjunto de “hipótesis centrales” sobre el funcionamiento de la formación económico-social uruguaya que actúen como unificadoras. También critican al financiamiento externo, por entender que “desvía” a la agenda de investigación y proponen que la investigación se financie exclusivamente con fondos de Rentas Generales.

Las actas del Seminario, dan cuenta que Alberto Couriel ofició como el vocero del grupo y permiten visualizar también las diferencias con Faroppa y Wonsewer. A su vez, a través de Julio D’Elía2, que participó por el CECEA, se puede constatar la cercanía de esta “nueva generación de economistas” con el gremio de estudiantes.

El seminario fue en mayo, en junio viene el congelamiento de precios y salarios, crece la tensión y polarización social. El gobierno de Pacheco, con un gabinete compuesto por representantes del capital, endurece las medidas represivas con las Medidas Prontas de Seguridad. En Agosto es asesinado Líber Arce, en setiembre Susana Pintos y Hugo de los Santos3. En ese marco, es que resuelven escribir el Proceso, en un total de diez meses con veinte investigadores dedicados de lleno a dicha tarea.

El libro, es el primer producto intelectual que contiene esas “hipótesis centrales” que explican la dinámica económica, política y social del Uruguay: vivimos en una país capitalista y dependiente. Por eso, se constituye también en el “hito fundante”. Todo el programa de investigación posterior para el agro, la industria, financiero bancario, así como también los análisis de coyuntura tendrán al PEU como el punto de partida ineludible.

Dicho esto sobre el contexto, aunque cabría decir alguna cosa más, vale comentar sobre algunos aspectos de su contenido que también ayudan a entender porque logró convertirse el libro en todo lo que fue. En primer lugar, cabe recordar que el libro consta de tres partes. La primera, tiene un pequeño marco teórico y ensaya una explicación sobre el estancamiento ganadero y el estancamiento industrial. Tiene como redactores principales a Raúl Vigorito y Raúl Trajtenberg. La segunda, realiza una explicación dependentista sobre la inflación, en consonancia con la primera parte y en contraposición a las explicaciones del FMI, que eran las predominantes en aquel entonces. Aquí, la inflación será vista como un mecanismo regresivo de distribución. El redactor principal es Samuel Lichtensztejn. Por último, realiza un análisis de coyuntura y esboza unas perspectivas de corto y mediano plazo, cuyo redactor principal es Alberto Couriel.

El libro además, tuvo una Comisión de Discusión y Revisión, compuesta también por Luis Macadar, Julio Millot, Juan Pereira, Nicolás Reig, Octavio Rodríguez y José Santías. Además, aparecen como colaboradores Cristina Andreasen, Sara Barsimanto, Juan Carlos Dean, José Gil, Ramón Oxman, Elbio Scarone, Carlos Silva, Lindor Silva, Leticia Soler y Raquel Torreira.

Sin detrimento de ninguna de las partes, que todas tuvieron sus repercursiones en tiempo y forma diferenciada, sin dudas una de las claves que contribuye a explicar el impacto del libro, es la interpretación del estancamiento ganadero en la primera parte. De hecho, se convirtió en una de las interpretaciones clásicas del estancamiento junto con la estructuralista (CIDE) y la neoclásica (BIRF). Si bien todas las interpretaciones comparten como rasgo central que ven en la falta de adopción tecnológica la causa inmediata del estancamiento -la pradera artificial-, las discrepancias están en los fundamentos en torno a la no adopción de tecnología. En ese sentido, en el libro se realizan estimaciones de la tasa de renta y ganancia de los productores agropecuarios para diversos escenarios evidenciando dos cosas: en primer lugar, que la falta de adopción tecnológica responde a que la tasa de ganancia en caso de utilizar pradera artificial era menor y; en segundo lugar, muestran que el estancamiento ganadero era compatible con cuantiosos excedentes en el campo4.

Estos dos resultados serán un revulsivo en términos académicos y políticos. En primer lugar, afirman que los ganaderos son capitalistas, que responden a estímulos económicos y que no adoptan tecnología porque no les resulta rentable. En este sentido, tenían una interpretación distinta a la CIDE5 e incluso también a algunos trabajos de carácter histórico, que extrapolaban el conservadurismo político de los ganaderos a un conservadurismo empresarial6, como ser el caso de Barran y Nahum. En segundo lugar, porque los cuantiosos excedentes que captaban los ganaderos ante una producción estancada y sin estímulos materiales a la inversión en tecnología, ayudan a explicar la estructura de propiedad de la tierra. El PEU muestra que, dichos excedentes sin capacidad de ser volcados de forma rentable en inversión, tendrán distintos destinos. Uno, buscar seguir expandiendo el tamaño del establecimiento porque es más rentable que invertir en tecnología. Dos, ir a financiar desde 1930 a la industria creciente7 y, por último, desde los sesenta, invertir en el sistema financiero, tanto fomentando la especulación financiera como la fuga de capitales.

Por lo tanto, si una de las formas de invertir ese excedente de forma rentable es aumentando la escala de los establecimientos productivos agropecuarios, entonces el latifundio no se corresponde a un resabio colonial sino, más bien, que es endógeno al modelo de acumulación de capital en el campo uruguayo. De esta forma, el PEU entraba en colisión con tanto con la propuesta de reforma agraria proveniente de la CIDE como también con la estrategia política de la principal fuerza de izquierda de aquél entonces: el Partido Comunista del Uruguay (PCU).

En cuanto a la CIDE, si la estructura de propiedad de la tierra es endógena a las relaciones sociales de producción en el campo, cambiar la estructura de propiedad, eliminando el latifundio, pero sin modificar la dinámica de acumulación de capital, según la interpretación del PEU, implicaría cambiar todo para volver al mismo lugar. Nuevamente, con el paso del tiempo, el latifundio emergería de forma dinámica.

En cuanto a la polémica con el PCU, Rodney Arismendi, en su libro “Problemas de la Revolución Continental” de 1960, esboza parte de la estrategia que será refrendada en el 18 Congreso del PCU en junio de 1962. En el entendido de que existen “resabios semifeudales” en el campo uruguayo, se afirma la necesidad de una fase revolucionaria “democrática, pro agraria y antiimperialista” bajo conducción obrera, para entrar en una segunda fase, de carácter socialista8. Entonces, si el PEU afirmaba y demostraba que los ganaderos eran capitalistas, la fase revolucionaria “democrático burguesa” de alguna forma carecía de sentido y sustento en esta interpretación. Y sí además, el PEU entendía que los ganaderos eran aliados al capital financiero e industrial -en tanto lo financiaban- no podía esperar que los capitales industriales entraran en fuerte contradicción con el capital agrario.

Por lo tanto, es fácil comprender porque quienes entendían que la revolución debía ser “en una sola fase” y de carácter socialista o nacional y popular pero en prescindencia de la burguesía industrial, tomaron al PEU como libro de cabecera. Tampoco es sorprendente que, en 1971, se editara el libro “La crisis económica uruguaya” de Eduardo Viera. Integrante del Comité Central del PCU, director de El Popular, especializado en periodismo económico, dedica todo el capítulo cinco del libro a polemizar con el PEU bajo las premisas mencionadas anteriormente.

Por último, decía que el libro contiene en sus hipótesis centrales que el Uruguay es un país capitalista y dependiente. En ese sentido, otra de las claves de su éxito tiene que ver con qué asume el marco teórico dependentista, que estaba naciendo en aquel entonces y que tendrá un auge brutal entre 1970-1973, conforme dure el gobierno de la Unidad Popular en Chile. Con esto, no quiero dar a entender de ninguna forma que fue una adaptación “oportunista” a dicha corriente, sino más bien, todo lo contrario. El Proceso, si bien no es pionero del dependentismo, escribe casi que al unísono de los principales referentes teóricos dependentistas: hay textos de Theotonio Dos Santos de 1966 y de Gunder Frank de 1967, Cardoso y Faletto, autores del libro más conocido del dependentismo, publicaron en 1969, al igual que el IECON.

Y aquí, me gustaría detenerme para cerrar el homenaje. Si hay algo que me parece fantástico del libro y su generación de autores, es que intentaron generar una interpretación propia del dependentismo. O sea, tener una mirada teórica propia en un país tan chico como el Uruguay es un acto de valentía brutal que deberíamos reinvindicar. La clave está en que en el PEU se cuestiona parcialmente la teoría del intercambio desigual, tan cara al dependentismo. Ojo, no se dice que no exista ni que no sea importante. Existe y es fundamental. El libro afirma que hay “áreas dominantes” y “áreas dependientes” y que las primeras explotan a las segundas. Está dicho claro y sin ambigüedad. Pero, también afirma, que dicho intercambio desigual es “matizado” porque al ser nosotros exportadores de bienes primarios, captamos renta diferencial, por producir bienes que se asientan en el monopolio de un bien no reproducible como la tierra. Dicho planteo será reelaborado de forma más sofisticada aún en el libro “El excedente ganadero y la renta de la tierra” de Raúl Vigorito y Nicolás Reig.

En las revisiones que he hecho sobre el dependentismo (todavía inacabadas) no he encontrado ningún otro autor que haga este planteo. Y creo que tal vez, lo más interesante es que los propios autores del IECON tenían cierta conciencia de que estaban creando una interpretación propia9. De hecho, en el 2018, salió un libro por demás interesante que realiza un balance de los 50 años de dependentismo escrito por Claudio Katz. El texto es de una erudición y claridad envidiable. Además, contiene lo que pretende ser un aporte original y es que intenta combinar la teoría del intercambio desigual con la teoría de la renta diferencial. Este aporte de Katz, le ha llevado a tener una interesantísima polémica con algunos dependentistas en México, como Jaime Osorio y Adrián Sotelo Valencia. Y la verdad, me han dado ganas de meterme en el debate para decir, ¡qué lástima que no leyeron al Proceso Económico del Uruguay, que dijo lo mismo que Katz pero hace 50 años! Traigo esto, para decir que, tal vez, este libro cada vez más viejo y amarillento, tenga algo para decirnos en este presente. Y por lo tanto, sigue valiendo la pena leerlo, rescatarlo y resignificarlo, porque a pesar de los pesares, el libro todavía puede ser un arma cargada de futuro».

1Agradezco a Alejandro Gortázar la sugerencia de este ensayo.

2Julio D’Elía es uno de los tantos desaparecidos de la Facultad de Ciencias Económicas. Llegó a ser docente en la Facultad y era militante de los Grupos de Acción Unificadora (GAU). Es desaparecido el 22 de Diciembre de 1977 en Argentina.

3Hugo de los Santos es uno de los mártires estudiantiles de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración.

4 Raúl Vigorito, tutoreará dos tesis sobre “Plusvalía Agropecuaria” que permitirán dar continuidad y mejorar las estimaciones realizadas en el PEU. Una de las autoras de dichas tesis, es María Rosa Silveira, otra de las desaparecidas de nuestra facultad, el 13 de Agosto de 1978 en Buenos Aires.

5En el Curso sobre la Realidad Económica Nacional (conocido como el “REN”) de 1972, en el capítulo de “Desarrollo Agropecuario”, Raúl Vigorito y Celia Barbato explican al detalle la polémica entre el PEU y la CIDE.

6Para un desarrollo más detallado sobre este asunto, conviene ver los trabajos de María Inés Moraes, en particular, su libro “La Pradera Perdida”.

7La interpretación del “origen ganadero” de la inversión industrial, será revisada posteriormente por Millot, Silva y Silva (1973), donde se demuestra que buena parte del financiamiento industrial proviene de la propia industria y no tanto del agro como presupone el PEU.

8 La tesis de maestría de Alexis Capobianco, realiza una lectura sumamente sofisticada del pensamiento de Arismendi y cuestiona, al menos en parte, la interpretación de las “dos fases”.

9Desarrollar toda esta argumentación me llevaría casi que otro texto aparte, pero a modo resumido, existe un trabajo de Octavio Rodríguez de 1971 y otro de Julio Millot de 1988, donde analizan parte de las especificidades del Proceso dentro del dependentismo latinoamericano.

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