FMI
La inflación gana por goleada
La inflación, medida con el índice de precios al consumo (Ipc) presentó durante los últimos diez años una tendencia ascendente, con fluctuaciones. En estos tres primeros meses del año se ubica en 5,16 por ciento, superando el rango meta previsto por el Poder Ejecutivo para 2016. Jorge Notaro
El artículo original fue publicado en el Semanario Brecha (15/04/2016) a partir de un convenio entre ambas cooperativas.
Además, entre marzo de 2015 y febrero de 2016 superó por primera vez desde 2004 el 10 por ciento (año móvil), alcanzando un máximo en el período abril de 2015-marzo de 2016: 10,6 por ciento. El mayor aumento se da en el grupo alimentos y bebidas no alcohólicas, que afecta en mayor medida a las familias de menores ingresos. La política de reducción de la inflación fracasó, los cambios que se anuncian no lograrán mejores resultados y, además, deteriorarán los niveles de empleo y de salarios.
EVOLUCIÓN DE LOS INDICADORES. En junio de 2005 el gobierno se comprometió con el Fondo Monetario Internacional (Fmi) a bajar la inflación. Ese año la variación del Ipc promedio anual fue 4,7 por ciento, y se fijó el objetivo de reducirla un 1 por ciento en los dos años siguientes. Posteriormente se fijó una meta de inflación anual de 5 por ciento –con una banda entre 4 y 6 por ciento–, y desde julio de 2013 se mantuvo el objetivo pero se amplió la banda –entre 3 y 7 por ciento.
Al analizar los datos se observa que entre 2006 y 2010 la inflación se mantuvo dentro de los objetivos del gobierno, aunque con una tendencia creciente. Sin embargo, desde diciembre de 2011 superó el máximo de la banda. Además, durante casi todo el período se situó por encima del centro del rango –5 por ciento–; proyección de inflación que tomaban los consejos de salarios en sus negociaciones.
El de alimentos y bebidas sin alcohol es el principal componente entre los bienes y servicios que el Instituto Nacional de Estadística (Ine) tiene en cuenta para medir el Ipc. Estos bienes aumentaron en promedio 10 por ciento por año entre 2006 y 2015, siendo por tanto los que más explican el incremento del Ipc.
Sin embargo, no sólo impactan en las estadísticas, sino que tienen un impacto directo en los hogares. En promedio una familia uruguaya gasta el 26 por ciento de sus ingresos en este grupo de bienes. Pero el impacto es diferente según su nivel de ingreso: los hogares de menores ingresos destinan el 32 por ciento. Es decir, uno de cada tres pesos que tienen de ingresos lo destinan a estos bienes.
POLÍTICA DE ESTABILIZACIÓN DE PRECIOS. El organismo encargado de la política monetaria en Uruguay –el Comité de Política Monetaria (Copom)– plantea que las presiones inflacionarias tienen su explicación en tres grandes componentes: precios internacionales; demanda doméstica y poca oferta de algunos productos.
Además, en abril de este año señala que se reducen las presiones de la demanda doméstica, pero la caída de los precios internacionales se compensó en buena parte por el aumento del dólar.
Con el objetivo de reducir la inflación se han utilizado diferentes instrumentos. Desde finales de 2007 hasta mediados de 2013 se optó por fijar una tasa de interés de referencia, que aumentó hasta llegar en enero de 2013 a 9,25 por ciento. Con esto se buscó encarecer el crédito para bajar el consumo, y con ello la inflación.
Ante el fracaso de este instrumento se hizo un cambio y el Banco Central del Uruguay –Bcu– definió como referencia de la política monetaria la evolución de: el dinero en poder del público, los depósitos a la vista y las cajas de ahorro del público en el sistema bancario –agregados de medios de pago–. Se esperaba que su contracción restringiera el gasto privado.
¿CÓMO SE EXPLICA ESTE FRACASO? Los instrumentos utilizados, el aumento de la tasa de interés de referencia primero y la contracción de los medios de pago después, no lograron mantener la inflación dentro del rango objetivo y muestran el fracaso de la política aplicada.
En los últimos meses de 2015 se contuvo la inflación postergando los aumentos de tarifas y enlenteciendo la devaluación, con intervenciones del Banco Central. El 1 de enero de 2016 se redujo el porcentaje de corrección de los salarios por la diferencia entre la inflación proyectada y la observada. Sin embargo, aumentaron las tarifas de los servicios públicos: energía, combustibles, telefonía, agua; y del transporte público. Además desde enero se aceleró la devaluación, y el dólar, que en diciembre de 2014 se compraba a 24 pesos, en abril de 2016 fluctúa en torno a los 32 pesos –devaluación de casi el 33 por ciento–.
Teniendo en cuenta que la inflación se ha ubicado en los últimos años por encima del límite superior de la banda, se justifica su aumento de 6 a 7 por ciento para que el Bcu gane credibilidad. Pero el fundamento no es válido para bajar el límite inferior de 4 a 3 por ciento. El medio de la banda sigue siendo 5 por ciento, usado en las rondas de los consejos de salarios como inflación proyectada, sabiendo que el aumento del Ipc sería mayor y, por lo tanto, el aumento del salario real sería menor.
Estamos frente a un contexto de caída de las exportaciones. En este escenario, con los actuales lineamientos salariales, la política monetaria contractiva y la restricción del gasto público, seguramente habrá un menor ritmo de crecimiento, una caída del empleo y del poder adquisitivo de los ingresos.
Vale recordar que los salarios reales aumentaron 4,2 por ciento acumulativo anual entre 2004 y 2014. Además, el número de personas ocupadas aumentó permanentemente y alcanzó un máximo de 1.668.000 personas. En 2015 el aumento del salario real fue 1,6 por ciento y las personas ocupadas se redujeron en 28 mil.
UN ENFOQUE ALTERNATIVO. En los tres primeros meses de 2016 la inflación fue 5,16 por ciento, superando el centro de la banda que los consejos de salarios toman como inflación proyectada. Esto implica una transferencia de ingresos desde los trabajadores asalariados y los pasivos hacia el capital, principalmente el localizado en la cadena agroexportadora, que incluye a terratenientes y empresas trasnacionales que exportan la mayor parte de su producción.
Como se dijo, en la evolución de la inflación el problema principal es el aumento de los precios de los alimentos y las bebidas sin alcohol. Además de su impacto en los hogares de menores ingresos, ya que es el grupo de bienes que éstos consumen más. Dicho aumento comenzó por el incremento de los precios internacionales, pero cuando éstos empezaron a bajar, el aumento vino por el crecimiento del dólar. En el período se agregaron dos condicionantes: la política económica permite trasladar los aumentos salariales a precios sin adoptar medidas compensatorias, y en mercados oligopólicos, cuando los precios internacionales o el tipo de cambio bajan, esto no se traslada a los precios internos. Para detectar “abuso de los poderes del mercado” basta conocer las actividades de oligopolios como los frigoríficos y los grandes supermercados, que deprimen los precios a los productores y los aumentan a las carnicerías o a los consumidores.
Durante 2015 se congeló la demanda de consumo, se impuso la desindexación de los salarios y se contrajeron los medios de pago esperando reducir la inflación; el resultado fue el opuesto, lo que permite enterrar el enfoque monetario. Además, no habrá medidas contra los oligopolios ni subsidios a los bienes de consumo básicos. La ideología opera como un balde que no permite ver ni escuchar, ya que se mantiene el discurso estructurado por la teoría neoclásica, transformado en recomendaciones de política por el Fmi, las calificadoras de riesgo y las consultoras al servicio del capital.